Tras 30 años de silencio absoluto, me decido a hablar de ello dirigiéndome especialmente a ti, mamá, que vendiste mi inocencia, mi honor, mi dignidad e intimidad por dinero, y permitiste a esos hombres que abusaran sexualmente de mi y me usaran como objeto sexual para su gozo durante tus servicios.
También a ti, papá, que de alguna forma presiento que estabas presente (sea de cuerpo, mente o espíritu) y donde posiblemente, unos meses antes o incluso años, la conociste a ella en el mismo sitio.
Quiero deciros que no recuerdo nada de forma consciente, pero mi cuerpo era una esponja que absorbía todo lo que ocurría a mí alrededor y esa experiencia se vino conmigo.
A lo largo de mi vida se ha ido manifestando de muchas formas diferentes, de hecho, creo que por encima de los diferentes abandonos, las reiteradas negligencias, y un seguido de situaciones oscuras vividas durante mi primer año y medio de vida con (sin) vosotros, eso es lo que me ha marcado más.
Esa niña de corazón noble, risueña, valiente…, que merecía haber sido cuidada y querida, pasó a transformarse en un monstruo que huía de cualquier relación que le diera amor y cariño, sacando los dientes y el dolor acumulado en forma de explosiones desproporcionadas hacia su nueva familia, su entorno y hacia ella misma, y dejando que una serie de síntomas invadieran su esencia más pura.
Bien, pues ha llegado el día en que el uso y abuso de mi cuerpo, la violación encubierta como si de un juego se tratara, ha explotado dentro de mí con una fuerza terrible, convirtiéndose en mi peor pesadilla tanto de día como de noche, haciéndose presente y consciente en mi.
Ha llegado el día, en que ningún mecanismo de defensa vivido hasta ahora, tiene suficientemente fuerza para paliar el dolor, la rabia, la angustia, el asco, la tristeza y el terror que este hecho me genera a día de hoy y mucho menos pueden tapar su evidente salida de mi más profundo interior.
No hay escapatoria alguna en estos momentos, debo pasar por aquí quiera o no, revivir de alguna forma aquellos momentos y liberarme definitivamente de todo esto.
Y reconozco que estos días me están volviendo a salir muchos miedos y dificultades que creía superadas, pero que siguen ahí, en la penumbra de mi interior y las cuales hacen que deba volver a ponerme en alerta y luchar para no dejarme arrastrar hasta la más profunda oscuridad. Las siento, las veo, hasta puedo ‘tocarlas’ en algunos momentos cuando se acercan demasiado, pero mi aprendizaje debe servirme para no darles importancia y hacer frente a mi mayor miedo.
El miedo solo se supera afrontándolo, por lo que ahora no tengo otro remedio que atreverme a mirar a los ojos a los hombres, aprender a recibir, dejarme querer (y quererme), sentirme deseada y por supuesto también empezar a gozar del placer de las relaciones sexuales… y un sinfín de cosas más que solo podré aprender e integrar cuando mire de lleno a esta vivencia que tantos años me ha reprimido de la libertad, de ser la verdadera Cristina en toda su esencia y esplendor.